Antes de 1989, los pre-escolares estadounidenses recibían once vacunas – poliomielitis, difteria-tétanos-tos ferina, sarampión-paperas-rubéola (MMR). En 1999, debido a las diversas recomendaciones del CDC, el número de vacunaciones se elevó a veintidós antes de primer grado de escuela. Paralelamente a este aumento explosivo de la vacunación de niños muy pequeños en los Estados Unidos, de acuerdo con Kennedy, creció también la tasa de autismo entre los niños. El estado de Iowa informó de un aumento de 700% en el autismo en niños a partir de la década de 1990 con lo que California prohibió el mercurio en las vacunas. A pesar de la evidencia, no obstante, la FDA de EEUU continua permitiendo a los fabricantes de medicamentos incluir el timerosal en numerosas medicaciones con medidas-en-exceso y sin prescripción, como también esteriodes y colágeno inyectado. El gobierno de EEUU envia también vacunas preservadas con timerosal a numerosos paises en desarrollo, donde algunos reportan una repentina explosion en los indices de autismo. En China, donde el autismo era desconocido antes de la introducción de timerosal por los fabricantes de medicamentos de los EE.UU. en 1999, los informes de prensa indican que hay casi dos millones de niños autistas. El nivel de etilmercurio en una vacuna rutinaria para niños de dos meses de edad fue 99 veces mayor que el límite diario de exposición del gobierno de EEUU. Al igual que con las actuales declaraciones de la OMS en torno a la pandemia de gripe porcina H1N1, el Comité Asesor de Vacunas del CDC estaba lleno de científicos con estrechos vínculos a la industria farmacéutica. El Dr. Sam Katz, presidente de la comisión, era un consultor pagado por la mayoría de las empresas productoras de vacunas “recomendadas”.
Los casos de autismo en los EEUU. estallaron cuando en 1990 unos 40 millones de niños fueron inyectados con vacunas basadas en timerasol, dándoles cantidades sin precedentes de venenoso mercurio.
Mientras que las vacunas disponibles en los EEUU hoy en día se encuentran sin timerosal (50% de mercurio), prácticamente todas las vacunas todavía contienen aluminio, que se ha vinculado al desarrollo de deterioro neurológico en los niños. El aluminio no ha reemplazado el timerosal como conservante de la vacuna, pues siempre se ha utilizado en las vacunas.
En el pasado reciente, la mayoría de los niños en EE.UU. comenzaron a estar expuestos tanto al timerosal como al aluminio de forma simultánea con las vacunas de la hepatitis B, Hib, DTPa (difteria, tétanos y tos ferina) y las neumocócicas. La combinación de mercurio con aluminio aumenta la probabilidad de que el mercurio pueda dañar los tejidos humanos.
Según un informe reciente de Michael Wagnitz, un químico estadounidense, “En la actualidad ocho vacunas infantiles que contienen aluminio entre los 125 hasta los 850 microgramos (mcg). Estas vacunas se administran 17 veces en los primeros 18 meses de vida, casi seis veces más en comparación con el calendario de vacunas de la década de 1980. “
Wagnitz añade: “Según la Sociedad Americana de Nutrición Parenteral y Enteral, especializada en soluciones de alimentación intravenosa, un niño no debe superar una dosis máxima diaria de 5 mcg de aluminio por kilogramo de peso por día. Eso significa que si un niño pesa 11 libras, el niño no debe exceder de 25 mcg en un día. Este nivel determinó el límite máximo de seguridad basado en un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, titulado “La Neurotoxicidad de Aluminio en Recién Nacidos Prematuros recibiendo Soluciones de Alimentación Intravenosa.”
La vacuna contra la hepatitis B, administrada al nacer, contiene 250 mcg.
En una declaración de políticas de 1996, “Sobra la toxicidad del aluminio en lactantes y niños”, la Academia Americana de Pediatría afirma, “el aluminio puede causar daño neurológico. Las personas con enfermedad renal que acumulan niveles de aluminio en la sangre de más de 100 microgramos por litro están en riesgo de toxicidad. El umbral de toxicidad del aluminio en la sangre puede ser inferior a 100 mcg por litro.” El nivel de toxicidad de aluminio que se encuentra en las vacunas rutinarias de los niños alemanes, franceses y otros de la UE es desconocido.Podría ser el momento para una demanda pública para que dicha información sea revelada, y antes de que los gobiernos pongan en marcha campañas de vacunación masiva de vacunas sin testear contra una amenaza no demostrada de la gripe porcina H1N1.